Las declaraciones de Atención Primaria de la Salud en debate: un posible abordaje de las enfermedades crónicas no transmisibles.

                                                                                            
Desde la Residencia Interdisciplinaria de Educación y Promoción de la Salud (RIEPS) realizamos nuestro trabajo en el marco de la Atención Primaria de la Salud (APS). Retomando los conceptos del médico sanitarista Mario Testa, entendemos a la APS como una estrategia transversal del sistema de salud, la cual comprende una red de establecimientos interconectados con claros procedimientos de referencia y contrarreferencia, que implica también un ordenamiento territorial regionalizado, promoviendo una atención de calidad y la participación comunitaria, desde una perspectiva de salud integral.

Sin embargo, desde que surgió este término ha sido interpretado de maneras diferentes, convirtiéndose en un concepto polisémico. Para poder comprender la complejidad que presenta la APS en la actualidad, es necesario retomar las declaraciones mundiales que le dieron protagonismo.

En 1977, a raíz de una fuerte crisis, la Asamblea Mundial de la Salud acordó que la principal meta de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de los gobiernos fuera “alcanzar para todos los ciudadanos del mundo, para el año 2000, un nivel de salud que les permita llevar una vida social y económicamente productiva” (OPS, 1980 citado en Castellanos, 1990). Un año después se firmó la Declaración de Alma Ata, en la ciudad que lleva ese mismo nombre, en la entonces Unión Soviética. Para alcanzar dicho objetivo se propuso la estrategia de la APS, que entiende a la salud como un derecho humano fundamental, y se define como:

La asistencia sanitaria esencial basada en métodos y tecnologías prácticos, científicamente fundados y socialmente aceptables, puesta al alcance de todos los individuos y familias de la comunidad mediante su plena participación y a un costo que la comunidad y el país puedan soportar, en todas y cada una de las etapas de su desarrollo con un espíritu de autorresponsabilidad y autodeterminación. (OMS, 1978, p. 1)

Si bien la declaración no estuvo libre de tensiones, consideró varias perspectivas en relación a la concepción de la salud y cómo abordarla de manera integral y participativa. En su formulación tuvo en cuenta experiencias que se gestaban incipientemente, como la Medicina Social Latinoamericana.

A mediados de la década del 70’, comienza un periodo de expansión neoliberal caracterizado por el recorte en la inversión social, el severo aumento del desempleo y el protagonismo del sistema financiero. Este modelo económico-social generó en América Latina un incremento en la desigualdad y un retroceso de los derechos de las personas. Todo esto derivó en diferentes impactos negativos en el campo de la salud, que se plasmaron concretamente en dificultades en la accesibilidad, baja en la calidad de atención, abordajes fragmentados de los procesos de salud-enfermedad-atención/cuidado (PSEAC), entre otros.

En el año 2018, con este modelo recrudecido, se llevó a cabo la Conferencia de Astaná, apostando a una actualización 40 años después de la primera declaración. Allí se presentó una renovación en la concepción de APS la cual debe ser leída en el marco del contexto mundial, ya que propone el protagonismo de nuevos actores, expone otra visión de la salud y no tiene en cuenta los determinantes sociales.

Al adentrarnos en su contenido, identificamos que cuando se mencionan a lxs actorxs que darán apoyo a las políticas y estrategias nacionales, resulta llamativo la referencia al sector privado en contraposición a la omisión de la participación del Estado.

En lo que refiere a la salud, se vislumbra una concepción más restringida, a partir de una lectura desde lo que evidencia y lo que omite la declaración. La misma plantea la mejora de la “salud física y mental de las personas, así como su bienestar social” (OMS, 2018, p.5), dicotomizando el concepto de salud. De esta forma, pareciera no tener en consideración los determinantes sociales del PSEAC, contribuyendo a priorizar lo biológico y lo mental desde una perspectiva individual, dándole menor jerarquía a lo social y a lo colectivo (RIEPS, 2018).

Teniendo en cuenta lo referenciado anteriormente podríamos afirmar que esta forma de entender la salud no sólo no contemplaría las condiciones estructurales involucradas en el PSEAC, sino que responsabilizaría al individuo por su padecimiento. Si bien los postulados de esta declaración pueden parecer alejados de nuestra vida cotidiana, sus lineamientos repercuten en la forma en que se abordan las problemáticas de salud de la comunidad.

Si pensamos las enfermedades que actualmente más afectan a la población, las enfermedades crónicas forman parte de las enfermedades no transmisibles (ENT), responsables de más del 60% las muertes en la Argentina, e impactan notablemente en las poblaciones en situación de vulnerabilidad, según datos del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación. Las Enfermedades Crónicas No Transmisibles (ECNT) no son causadas por un agente externo, pueden evolucionar durante mucho tiempo sin manifestar signos, ni síntomas y además, dan como resultado consecuencias para la salud a largo plazo, que frecuentemente crean la necesidad de cuidados crónicos. Si bien no son curables, con seguimiento y tratamiento adecuado es posible prevenir o retrasar la aparición de complicaciones y mejorar la calidad de vida de las personas.

Retomando los lineamientos de Astaná, allí se sostiene que las ENT -las cuales involucran a las ECNT y las lesiones externas- “provocan mala salud y muertes prematuras debido al consumo de tabaco, el consumo nocivo de alcohol, los modos de vida y comportamientos poco saludables, y la insuficiente actividad física y las dietas malsanas” (OMS, 2018, p. 5). Creemos que esto desconoce que los “modos de vida” no son simples elecciones libres e individuales sino que están condicionados por los entramados sociales, económicos, históricos, culturales y políticos.

Habiendo realizado este recorrido conceptual nos preguntamos ¿cómo impacta esta última Declaración en las causas atribuibles a las ECNT? ¿Qué modelos de abordaje se plantean frente a las ECNT? ¿Qué aportes se pueden realizar desde la prevención, promoción y educación para la salud? ¿Desde qué perspectivas?

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