El lenguaje como construcción de realidades





“Tal como el agua de los peces, la lengua es un poco todo. 
Mejor dicho, en todo está la lengua, dado que, una vez que la adquirimos,
nunca más dejamos de usarla para pensar el mundo que nos rodea.”
(Minoldo, Sol y Balián, Juan Cruz. “La lengua degenerada”)


Desde la comisión de comunicación de la residencia, venimos pensando en el uso del lenguaje. En nuestro blog existen artículos publicados con el masculino genérico para referirse a mujeres, varones y otras identidades. Entendemos que esto ha sido impuesto y admitido por las instituciones que reglamentan y regulan la gramática, impregnando la producción de conocimiento tanto en el ámbito académico como en el profesional.
Sin embargo, las condiciones socio políticas y culturales de los últimos tiempos vienen cuestionando estos usos discriminatorios del lenguaje.



¿Qué entendemos por lenguaje?

El lenguaje es una construcción social; a través de él, en estrecha relación con nuestro pensamiento, se nombra e interpreta la realidad en la que vivimos. No sólo sirve para comunicarnos con otrxs seres humanxs sino para entendernos dentro y fuera de la sociedad y crear vínculos. En ese sentido, es un acto político. 
Mediante el lenguaje se transmiten, refuerzan y transforman significados y sentidos sobre lo masculino y lo femenino. El lenguaje, a priori, no es sexista ni excluyente, pero sí el uso que hacemos las personas del mismo. En él se proyectan estereotipos aprendidos que responden a la construcción de modelos culturales androcéntricos que sitúan la mirada masculina como universal y generalizable a toda la humanidad. 
En el plano conceptual, el androcentrismo remite a la atribución a toda la sociedad de las experiencias que son únicamente de los varones. En el plano lingüístico el androcentrismo es el origen y la causa de los usos de la lengua que invisibilizan a las mujeres en el discurso y, por lo tanto, limitan lo decible. Las normas, las prácticas y las instituciones se encuentran impregnadas de una mirada que pretende ser neutral, pero que, en realidad, es androcéntrica, e invisibiliza las necesidades, demandas específicas y el reconocimiento del género femenino y de la diversidad sexual. Es por ello que el uso del lenguaje nunca es neutro en relación al género, ya que refleja los prejuicios sexistas que condiciona nuestra forma de ver el mundo.
En este sentido, Facio y Fries (1999:48) sostienen que “el uso de un lenguaje que prescinde del sujeto femenino consolida y proyecta hacia el futuro una sociedad en donde la mujer no vale lo mismo que el varón”. Estas desigualdades que plantean las autoras nos desafían a problematizar cómo el lenguaje opera habilitando u obturando de manera diferencial nuestras posibilidades de autonomía. 

Se va a caer… se está cayendo.

A lo largo de este último tiempo, la temática de género ha tomado una relevancia considerable, visibilizando las luchas de ciertos colectivos que reclaman por sus derechos. Se pueden enumerar diferentes acontecimientos políticos de trascendencia tanto a nivel mundial como nacional, expresados por diversos movimientos de mujeres y otras identidades para visibilizar la lucha de dichos colectivos. Entre ellos, los Paros Internacionales de Mujeres (2017 y 2018), que en Argentina tuvo como principales demandas la lucha contra los despidos, el ajuste del gobierno y lucha por aborto legal, seguro y gratuito, así como también, decirle basta a las violencias femicidas y travesticidas y a las violencias económicas y estatales que las sustentan. Otro de los movimientos significativos en este contexto es “Ni Una Menos”, el cual nació en 2015 por un reclamo inmediato contra la violencia machista, ante la conmoción por el femicidio de Chiara Páez en 2015. Estas grandes manifestaciones y movimientos políticos se atreven a disputar el contenido de la agenda política que se materializa, por ejemplo, en la discusión que tuvo lugar en el Congreso Nacional por la despenalización y legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. 
Consideramos que la inclusión de la perspectiva de género en el campo de la salud pretende (de)construir las relaciones desiguales que atraviesan a la sociedad. Entendemos que éstas condicionan las distintas maneras de vivir, enfermar y morir, como así también la manera de transitar los procesos de salud-enfermedad-atención-cuidado, razón por la cual el género se constituye en un determinante social de la salud. 
En este sentido, teniendo en cuenta la coyuntura y la complejidad que revisten los problemas en salud, nos parece fundamental dejarnos interpelar por el momento histórico que estamos atravesando y hacernos eco de estas luchas, a los fines de repensar la perspectiva de género en el campo de la salud y posicionamos como residencia en este contexto. 
Desde este blog, que es un espacio de comunicación y producción de contenidos en salud, se vuelve indispensable disputar sentidos en materia de género que permitan de-construir y re-pensar nuestras prácticas. Es por esta razón que decidimos hacer un uso provocador del lenguaje, que genere reflexión y debate, que convierta el lenguaje mismo en una cuestión a discutir. Entender al lenguaje como un espacio de disputa es una decisión política y uno de sus fines es reclamar derechos histórica e injustamente negados.

A modo de propuesta 

Les compartimos una posible nota aclaratoria para quienes produzcan material académico y decidan utilizar el lenguaje inclusivo en sus producciones.



“A los fines de no reproducir el lenguaje sexista y androcéntrico instituido, con el objetivo de ser coherentes con nuestro posicionamiento ético-político en materia de género, haremos uso de la “x” a lo largo del presente documento. No nos interesa facilitar la lectura del mismo, más bien nos entusiasma la idea de hacer un uso provocador del lenguaje, generando tensiones e incomodidades.”